DE POLITICA Y COSAS PEORES…………………………………….POR; ARMANDO FUENTES AGUIRRE

 

De política y cosas peores

Armando Fuentes
Agencia Reforma

Ciudad de México.- El cuento que da inicio a esta breve sucesión de chascarrillos es de color subido, y se caracteriza por tener al mismo tiempo carácter sicalíptico y político. Las personas que no gusten de la política o de la sicalipsis deben abstenerse de leerlo. Cierto individuo llegó al consultorio de un urólogo y le dijo: «Doctor: vengo a verlo porque me duelen los güevos». Ese plebeo vocablo usó el sujeto sin recato alguno. «Señor mío -lo amonestó el facultativo-, le ruego que se abstenga de emplear en mi presencia expresiones propias del vulgacho. Mi recepcionista y mi enfermera pueden escucharlo, y eso las ofenderá. No la chingue. En vez del procaz terminajo con que nombró a la parte que le duele diga usted «testículos», «testes», «dídimos» o «compañones», que de todos esos sinónimos dispone nuestro rico idioma para designar a dichos atributos del varón. O, mejor todavía, convengamos en alguna palabra clave para aludir a ellos, con lo cual evitaremos apenar a mis compañeras. Diga usted: Doctor: me duelen los regidores. Yo sabré a qué se refiere, pues alguna relación guardan ambos conceptos, por aquello de la güeva que se cargan algunos representantes populares». Seguidamente el médico procedió a examinar a su paciente, y luego le recetó algunos fármacos para su padecimiento. Tiempo después el individuo y el doctor se toparon en el súper. «¿Qué tal, amigo? -le preguntó el galeno al tipo-. ¿Cómo siguen los regidores?». «Los regidores ya están bien, doctor -respondió el hombre-. Pero voy a ir de nuevo a verlo, porque ahora la que no se puede levantar es la presidenta del H. Ayuntamiento». El Príncipe de Gales visitó una pequeña isla de los Mares del Sur perteneciente al vasto imperio de Su Majestad Británica. Hasta hacía poco tiempo los nativos de Kara -así se llamaba la isla- habían practicado la antropofagia, pero con la llegada del hombre blanco abandonaron tan bárbara costumbre y adoptaron las bárbaras costumbres de la civilización. «Ya no son caníbales», le aseguró al Príncipe el gobernador de la isla, sir Mortimer Highrump. Cuando el ilustre visitante llegó a Kara fue recibido en el muelle por la reina Yamba, soberana de la isla, una robusta mujerona que pesaría cerca de 200 kilos. Al acompañarla hacia su trono le dijo el Príncipe, galante: «¿Puedo ofrecerle mi brazo a Vuestra Majestad?». «No, gracias -declinó la reina-. Ya comí». El relato que da fin a esta serie de historietas es también riesgoso. Personas con escrúpulos, absténganse. Miss Daisy Mae, ancianita que vivía sola en su pequeña granja, le encargó al carpintero del pueblo que le hiciera una letrina nueva, pues la que tenía estaba ya muy usada. El hombre hizo el trabajo, y en seguida le pasó a Miss Daisy el recibo correspondiente al pago de la obra. La anciana le dijo que antes de pagarle probaría la letrina algunos días. Cuando el carpintero se presentó de nuevo a hacer el cobro Miss Daisy Mae le dijo que no le pagaría su trabajo. «¿Por qué?»- se sorprendió el sujeto. Replicó la ancianita: «La letrina tiene un problema serio». «¿Qué problema tiene?» -quiso saber el hombre. «Vea usted el asiento» -le pidió ella. El carpintero lo observó. Preguntó luego: «¿Qué pasa con el asiento?». Respondió la anciana: «Véalo más de cerca». El tipo acercó más el rostro al asiento. «Más cerca aún» -demandó Miss Daisy. Obedeció el carpintero, y luego, al enderezarse, hizo: «¡Ouch!». Le preguntó la anciana: «¿Qué le sucedió?». Contestó, dolorido, el carpintero: «Los pelitos del bigote se me atoraron en las grietas de la madera». «Bien -dijo entonces Miss Daisy Mae-. Ahora ya sabe usted qué problema tiene el asiento». FIN.

MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Historias de la creación del mundo
El Señor hizo al chimpancé.
Hizo al gorila.
Hizo al orangután.
Y junto con ellos hizo al hombre.
Luego sopló en la nariz de cada uno para insuflarles el aliento de la vida.
El gorila, el chimpancé y el orangután se comportaron normalmente.
Pero el hombre empezó a pensar, empezó a hablar, empezó a decidir y empezó a pecar.
El Espíritu vio eso y le comentó al Creador:
-Me temo que sobre éste soplaste demasiado fuerte.
¡Hasta mañana!…

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