DE POLITICA Y COSAS PEORES

 

Ciudad de México.- “Panza llena, corazón ¿qué hacemos?”. Así decía una expresión vulgar de los pasados tiempos. Un tipo casado embarazó a una chica soltera de su pueblo. Le dio dinero para que fuera a “aliviarse” a la ciudad, de modo de no causar escándalo en el lugarejo. Le indicó: “Si tienes niña ponme un mensaje por WhatsApp que diga: Pizza. Si es niño pon: Espagueti”. A los pocos meses recibió el mensaje. Decía: “Dos pizzas y dos espaguetis”. El padre Arsilio estaba oficiando el matrimonio de una pareja. Le preguntó al novio: “¿Prometes amar y respetar a tu mujer todos los días de tu vida; cuidar de que nada falte en tu hogar; serle fiel a tu esposa siempre.”. La novia lo interrumpió: “Por favor, padre, no me lo desanime”. “Allí van leyes do quieren reyes”. El antiguo y desolado proverbio castellano es aplicable aún en nuestro tiempo. Para el ciudadano común y corriente, y más si es pobre, la ley posee la dureza de la roca. En cambio para el poderoso en turno, y para sus sirvientes, el derecho tiene maleabilidad de arcilla, y lo acomodan a su caprichosa voluntad. “El que nada debe nada teme” dice y redice López Obrador. Aquí el refrán no rige. Vivimos en un país sujeto al arbitrio de un solo hombre, y no en un estado de Derecho donde la ley se aplica con sentido de justicia y equidad. Así las cosas el que nada debe tiene razón para temer, pues ve cómo el que sí debe quedar libre por orden presidencial, y sus familiares son saludados con respeto por el máximo mandatario, que se disculpa profusamente con un malhechor por haberlo llamado por su apodo. La política y la justicia no han de revolverse. Los encargados de aplicar la ley deben cumplir esa función en la soledad de su despacho y de su conciencia, atentos sólo a los dictados de las normas. Si eso no sucede la seguridad jurídica desaparece, y con ella los derechos del ciudadano y el orden que ha de privar en una sana sociedad. ¿El que nada debe nada teme? Falso. En países como Cuba, Venezuela o Nicaragua los ciudadanos viven bajo un temor constante aunque no deban nada. Y la 4T se va pareciendo cada día más a esos regímenes. Estemos atentos a lo que suceda en el caso de los 31 científicos sujetos a una acción que más parece persecución política que aplicación recta de la ley. Don Emerenciano se consiguió seis gotas -sólo seis, fíjense bien- de las miríficas aguas de Saltillo, las cuales gozan de fama universal por su capacidad potenciadora del varón. Su esposa le ofreció: “Te prepararé tu desayuno favorito”. Replicó don Emerenciano: “Después, después. Ahora no tengo hambre”. Al mediodía la señora le anunció: “Te haré para la comida algo sabroso”. “De momento no se me antoja nada -repitió el señor-. Espera”. Llegó la noche, y dijo la mujer: “Voy a cocinar tu platillo preferido para que cenes”. “No, no -rechazó de nueva cuenta don Emerenciano-. Quiero seguir aquí”. “Está bien -accedió la esposa-. Pero entonces ya quítateme de encima. Llevo día y medio sin comer nada”. (Nota. La señora debió haber llevado consigo al lecho un itacate, o varios tupperwares con alimentos y agua, pues ya se sabe que los efectos de aquellas taumatúrgicas linfas duran días, así de fuertes son. Por vía de experimentación se administró un centilitro de esas aguas a la momia de un faraón en el Museo de Abu Rimpel, y al punto cobró vida. Huyeron espantados los guardias y guardianas del museo, y el que la llevó fue el director del mismo, sir Highrump Lowprick, quien actualmente desvía de inmediato la conversación cuando se toca el tema en su club de Londres.). FIN.

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